CAMA OCUPADA (no están todas las imágenes de la obra completa)
Desde hace tiempo quería hablar de la cama. Se me ocurrían puñados de preguntas, como por ejemplo, ¿qué es una cama?; ¿qué hace falta para que una cama sea de uno; dormir más de dos semanas en ella, haber utilizado tus sábanas azules, haber soñado pesadillas, haberla babeado…?; o cuando la vemos, descarnada, al subir la persiana nada más despertarnos, ¿qué sucede durante la noche, qué ha pasado sobre las sábanas, en las patas?. Está claro que ahí ocurren cosas tremendas, y bien lo sabe el que duerme en una cama, en especial durante la noche; por que al día siguiente suele hacerla, devolverla a la claridad de la luz; la ordena, como solemos desenredarnos el pelo para desprendernos de ideas extrañas. De hecho, es raro que cualquiera le enseñe su cama destrozada por su cuerpo roncando a otro; no, preferimos no mostrarla o taparla con las mantas, para que nadie sospeche. Con estas inquietudes, hice un cuento que planteaba alguna de estas preguntas, no incluido en la obra final, si no utilizado como camino. Después escribí a algunos amigos y conocidos, para pedirles que si por favor me podían enviar las fotos de sus camas deshechas. A medida que veía pasar esos animales vivos por la presentación del ordenador, iba escribiendo también todas las utilidades que tenía una cama, como esconderse, morir, comer, viajar, llorar… El tema estaba creciendo tanto que se salía de mi propio colchón.
Me tenía que centrar en una sola utilidad que tuviera la cama, y quería que fuera por experiencia propia. Primero pensé en algo que me sucediera en la noche, ya que es el tiempo en el que yo tengo más experiencia con ella. Partí de la frase “cama para soñar”.
Elegí el sueño, pero sobre todo desde un punto de vista físico, que a mi siempre me dio escalofríos, pues desde que recuerdo me he movido en la cama dormida como si estuviera cocinando compulsivamente (lo dicen las sábanas); y hasta a las personas más tranquilas, acurrucadas en la cama, se les intuye cierto temblor.
La cama en si, cuando dormimos, ¿es un tiempo, o un espacio?. Según creo, no existe el tiempo en ella en esos momentos, por que aunque se supone que durante el sueño el tiempo pasa, nuestra mente bucea por otro lugar que desde luego es todo menos la cama. Sin embargo pienso que la cama si es un espacio cuando dormimos, el espacio por excelencia para el cuerpo, donde cabe en toda su plenitud y mide como el, (¿la cama es el traje de un cuerpo, o el cuerpo es el traje de la cama?); y creemos saber, a demás con certeza, que el cuerpo es lo único que queda de nosotros mientras dormimos. Entonces me empecé a preocupar por el cuerpo que duerme, concretamente en el mío, y en el espacio de la superficie de la cama, en especial las sábanas que cubren el colchón, por que están siempre más pegadas al cuerpo que las que nos tapan.
Las huellas, las arrugas y los pliegues de la sábana nos dicen que algo ha sucedido con el cuerpo. Los huecos de aire de la tela flotando en el colchón, los pliegues apretándolo, han sido una consecuencia no sólo del pataleo de las piernas o del volver la cabeza del dormido, si no de una historia sucedida paralela a el, de la que ni el mismo es consciente. El colchón, la sábana bajera están siempre presionados a nuestro cuerpo; podría decirse que son nuestra piel durante la noche, por que estamos en contacto pleno con ellas, no podríamos dormir nunca sin este pegamento ligero con la tierra de la cama. Esta piel se va retorciendo y craquelando según el cuerpo baile en el espacio horizontal. La sábana arrugada que se mueve durante la noche podría ser la superficie larga de una piel extendida, nuestra piel aplanada sin volumen ya, convertida en una alfombra de algodón, reflejándose en dos dimensiones. Los pliegues que encontramos por la mañana son el resultado de nuestra metamorfosis en cama, y la de la cama en cuerpo.
Me interesaba hacer un trabajo mediante el cual se reflejen mis ideas sobre el movimiento de un cuerpo mientras duerme, el mío, en una noche determinada, sobre la sábana, pero a modo de historia; entendiendo la cama como soporte a través del cual sucede todo, eso que no sabemos qué es, y la sábana como piel donde escribirla. Lo único que pretendo con eso, es que, el espectador, al ver la imagen, se plantee las cuestiones que yo me he preguntado, que llegue a casa y se ponga a mirar su cama misteriosa, como una especie de bestia extraña.
En un principio, las sábanas en oleaje son el resultado de la historia de mi cuerpo esa noche; pero quería remarcar más el factor temporal y el paso de mi cuerpo por ellas, así como la idea de que el cuerpo se deshincha, se alisa en contacto con la sábana, se posa como huella; y para eso me utilicé a mi misma. Decidí emplear la pintura, por que es el medio más directo y sensorial en este caso para mí. Me manché el cuerpo entero de pigmento negro, y dormí en la cama unas horas de la noche, hasta el amanecer, pintando en sueños. Elegí el color negro como soporte del sueño, como estructura de la noche, paralelo a ella, como unión entre el consciente y lo inconsciente.
El resultado es esta cama.
Cuando la noche estaba alta, el pigmento estaba tan fuerte como ella. Se ven los primeros movimientos del sueño más oscuros en el centro, como si la noche pesada me aplastase, y proyectara una sombra de mi cuerpo. Sin embargo, según va pasando el tiempo, el color se va desgastando, agrisando, a la par que la noche, y remarca menos la huella hacia los bordes de la cama, y mi cuerpo-sábana va perdiendo la planicie, su horizontalidad, como si quisiera levantarse y salir de su sitio; como la noche tarde, va despertando de lo oscuro, de lo inconsciente. Al final, las manchas negras, junto con las arrugas, son como una especie de mapa, o de historia de ese cuerpo en esas horas; y dejan la cama sucia, lo que puede hacer pensar al espectador, acostumbrado quizá a una cama como máximo manchada por un pelo caído, o motas amarillentas resecas con olor a lavadora. Pero en la imagen resultante lo que sigo sin saber, sobre todo, es si el cuerpo se ha levantado, o sigue dormido ahí, o si sólo me ha quedado el espanto de ver mi cama tan fantásticamente sucia.
Elisa Miravalles Arija.
El vino es el reflejo de la noche sobre la tierra.
Técnica mixta sobre tela.
2 x 2 m
Inicialmente quería cocinar una sopa de vino, y con vino empecé el cuadro sin bocetos previos; sólo escribí algunas líneas en mi cuaderno, dedicadas al hecho de revolver la sopa.
Los resultados plásticos me llevaron, inconsciente y mágicamente, mediante una tormenta de pensamientos encadenados, a asociar el cuadro, que estaba a la mitad, con el concepto de “noche”. Así obtuve, con el vino seco sobre el lienzo, la materialización de una frase que ya había escrito: “el vino es una representación física de la noche en la tierra”. Imaginaba la tierra como un lago de vino reflejando el cielo de la noche.
La arena en el lienzo, pegada y mezclada con el vino (al que dí varias capas y dejé secar una a una con paciencia, para baremar los efectos posteriores) a la mitad del cuadro pasaron, de “ser una sopa”, a representar mi noche reflejada.
Miré fijamente un baso de vino con el que pintaba, como quien mira fijamente el espejo tratando de ver qué hay dentro, y descubrí unos puntos blancos intermitentes mientras revolvía el líquido, en la capa superior: estrellas. “Abajo quedan los posos blancos de los días”. Los interpreté como una galaxia reflejada, y quise pintar con óleo puntos blancos sobre el lienzo. La mancha que formasen agrupados era importante, lo cual me hizo reflexionar sobre la huella del vino. Me fascinan en concreto, las que dejan los culos de las copas y las botellas sobre los manteles; como si esas pinturas fueran los relatos mismos de la velada.
Los días siguientes cené sobre mantel de papel. Tenían que ser cenas, tenían que ser por la noche. Sin la falta de vino, dejé que esas reuniones siguieran su curso natural, sin forzar los derrames. Cuando reuní unos cuantos manteles recorté algunas manchas que me interesaron; juntándolos formé un dibujo que recuerda a la forma de la cepa, aunque, profundizando quiere ser un aspa, una señal, una marca galáctica y determinante, el reflejo de la noche sobre el vino, el de esas noches en concreto.
Siguiendo esa composición, pinté a óleo la misma sobre el cuadro, pero con puntos blancos, como si fuesen estrellas.
Elisa Miravalles arija.
EL SILLÓN DE ARENA.
2x2 m. 2009
DE LA UVA A LA SANGRE.
2x2m 2009
GUERRA DE DINOSAURIOS
2008.